Elogio del paro útil


La dictadura mediática imperial existente ha impuesto
una cultura del dinero que aliena, aculturiza y produce falsa
conciencia, así como cinismo como profesión de fe. Una
cultura de la violencia que fluye por todo el universo humano
en sus tres esferas: individual, social y natural. Una cultura
de control que somete a todas las conciencias a un
bombardeo continuo de mentiras sórdidas que se hacen
verdades inocentes.
Contribución a la Crítica de la Enajenación y Dictadura Mediática delCapital Imperialista
Camilo Valqui Cachi y Cutberto Pastor Bazán

Desde que comenzaron hace casi un lustro ya, los primeros síntomas graves de agotamiento del sistema financiero por sobreexplotación de sus depredadores, hemos escuchado hablar una y otra vez del Estado de Bienestar. Sabemos que lo disfrutábamos en la mínima parte del mundo desde la que tengo la suerte —o no— de escribir, aunque no lo dijéramos entonces o no tanto, sabemos que entró en crisis el modelo por más que nadie nos dijera por qué y sabemos ahora que nos lo desmantelan y empezamos a sufrir cómo.
Tras la II Guerra Mundial, durante un largo período, el miedo a una revolución funcionó como eficaz acicate para el desarrollo de políticas y medidas en el ámbito de lo social que ponían freno a un capitalismo sin intervención del Estado. Tras el fin de la contienda bélica, en muchos países europeos los partidos comunistas se alzan como una seria opción de poder, si a esto añadimos que la Unión Soviética sale reforzada de la guerra, no es de extrañar que se pongan en marcha los mecanismos adecuados para que Europa occidental sea el cortafuegos soviético. Como apunta Tortella, la única verdadera revolución del siglo XX es la revolución socialdemócrata a través del Estado del Bienestar. Con las excepciones de Portugal y España que sufrían sendas dictaduras, la eclosión del Estado de Bienestar es prácticamente unánime en toda Europa. Gregorio Rodríguez Cabrero hace una definición del mismo que aúna las diferentes perspectivas desde las que este “contexto social” puede contemplarse:
“El concepto de Estado de Bienestar connota un conjunto de respuestas de policy (control)  al proceso de modernización, consistentes en intervenciones públicas en el funcionamiento de la economía y en la distribución de las expectativas de vida, las cuales se orientan a promover la seguridad e igualdad de los ciudadanos, introduciendo entre otras cosas derechos sociales específicos dirigidos a la protección en el caso de contingencias preestablecidas, con la finalidad de aumentar la integración social de sociedades industriales con elevada movilización” (Rodríguez Cabrero, 1996: 89).
En realidad, el Estado de Bienestar es una concesión de los mercados para mantener estables las tasas de demanda: el Estado debe garantizar unas importantes tasas de consumo (políticas de bienestar) y de inversión (planificación económica), de esta manera se adecua el mercado a las exigencias sociales y se evitan las crisis cíclicas. El principio rector del Estado del Bienestar, es según Mishra, garantizar unos mínimos fundamentales para el conjunto de la ciudadanía. Para avalar este principio subraya tres elementos base en el Estado del Bienestar (Mishra, 1993: 41-42):
1. Control y regulación de la economía en aras de garantizar una alta tasa de empleo.
2. Creación de servicios públicos en sectores clave como la sanidad, la educación o la vivienda.
3. Servicios asistenciales para hacer frente a la pobreza, de carácter excepcional y condicionado a las rentas.
No hay más que ver esos tres puntos para saber que esa revolución del Siglo XX ha perdido su fuerza a la misma velocidad que perdemos la esperanza:
1. Se controla y regula la economía para garantizar la estabilidad de los mercados, atendiendo a las necesidades del dinero antes que a las necesidades de las personas.
2. Se disminuyen o se destruyen los servicios públicos de sanidad, educación y vivienda y dejan de considerarse una inversión para pasar a ser un lastre para las administraciones encargadas de proporcionarlos.
3. Se venden como una carga para el sistema, y no como una regulación necesaria del mismo, las medidas para hacer frente a la pobreza producida por las incorrecciones y necesidades del propio sistema.
Para el mantenimiento del Estado de Bienestar hay, además, un factor fundamental: la ciudadanía. El desarrollo de la ciudadanía es un proceso complejo en el que no vamos a entrar detalladamente, pero que necesita de una lectura revisada para poder adecuarse a las nuevas demandas de hombres y mujeres de todas las edades. Aspectos como el medioambiente, la paz, las libertades sexuales, la integración de las diferentes culturas o la perspectiva de género han de ser considerados y absorbidos en la reconstrucción de la teoría de la ciudadanía.
La conciencia del poder de una ciudadanía responsable es el paso imprescindible para atemperar la velocidad de la caída y para la propuesta de alternativas a un sistema muerto que sigue recibiendo transfusiones continuas y respiración asistida.
Dicen que parar el 29M es lo último que necesita la economía de nuestro país, quizás sea lo que necesitamos sus ciudadanas y ciudadanos: parar, hacer el duelo por el muerto y caminar después hasta un sistema mejor. La revolución del Siglo XXI será ciudadana o no será.

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