Arrebatos contra el lenguaje inclusivo: expediente xx

Lenguaje inclusivo
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Arrebatos contra el lenguaje inclusivo: expediente xx

Vueltas y más vueltas. Debe ser por el domingo (escribo en viernes), o el cambio de hora (que fue hace un mes o más) o el climático (que no existe según el primo de Rajoy) o vayaustéasaber, pero por más vueltas que le doy al tema no le veo ni pies ni cabeza. 

Décadas informándome, formándome e intentando formar y cada vez me sorprendo más de las arrebatadas pasiones que despierta, entre todos los temas en los que las feministas metemos el dedo en el ojo: el sexismo lingüístico: O, en realidad el lenguaje no sexista. O inclusivo. O llamémosle xx. 

Dicen quienes entienden de ello, que el lenguaje es una de las principales características del ser humano, que la especie evolucionó entre otras cosas gracias a él, que no sólo pensamos sino que imaginamos con palabras y que ellas conforman nuestra concepción de la realidad. Las palabras llevan una carga emocional que el que escucha procesa involuntariamente. Y si lo dicen personas expertas, me lo creo. 

También se ha dicho siempre, no sé si con más o menos razón, que el hablar uno u otro idioma, el explicarnos nuestro mundo en un orden -sintáctico- determinado también influye en las necesidades que priorizamos o los valores que anteponemos. ¿No es prácticamente imposible hablar bien un idioma sin conocer la cultura de la que forma parte? ¿Nos parece un dato irrelevante?

Nombrar es un acto creador; no nombrar, de aniquilación

El lenguaje, eso no lo duda nadie, es un factor de identidad y un vínculo de símbolos que nos unen y cohesionan con la comunidad que los comparte. Es también una institución social que nos enlaza con el pasado y nos proyecta hacia el futuro. ¿Por qué si no, las naciones colonizadoras, quienes ganan territorios o guerras  imponen, en primerísimo lugar, su idioma?

Una lengua es un cuerpo cambiante que se adapta para seguir cumpliendo su función y que, por más que alguien se aferre a la tradición para justificar su inmovilidad, no deja de transformarse ni un sólo instante. Ni el lenguaje ni la lengua son algo acabado, cerrado, constante, invariable ni terminado. No lo hacen la academia ni quienes la integran aunque les den un sillón y se lo crean. 

El propio nombre es la palabra más dulce que una persona puede escuchar y la primera que se reconoce en cualquier idioma. Dar nombre es el primer acto de amor para con la criatura que nacerá y de la que ni siquiera sabemos el sexo y elegimos uno si es niño y otro distinto si es niña y evitamos los que pueden usarse para ambos sexos para que después "no haya líos". Si en el momento de la concepción lo tenemos tan claro ¿qué nos pasa después para empezar a confundirlo todo?

Supongo que si realmente el lenguaje nos conforma de un modo tan íntimo, es difícil revisarlo sin revisar nuestras creencias y ahí, queridas y queridos, Adeptxs y adictxs a la RAE... con el patriarcado hemos topao. 

María S. Martín Barranco
@generoenaccion

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