Destruyendo la libertad de las mujeres

Libertas delenda est* 



Escribo el 20 de noviembre, apenas unas horas después de conocerse la noticia. No tengo palabras para describir el shock que me ha producido conocer los primeros detalles de la contrarreforma de la Ley de derechos sexuales y reproductivos en mi país (España). Una involución que nos arroja de un golpe a los primeros años de la democracia española, que es lo mismo que decir que nos deja a las puertas de la dictadura. Otra.

Cuando una persona no puede decidir libremente sobre las cosas más importantes o que más influyen y definen el curso de su vida no es libre. Cuando otra persona decide por ella la ley le da un nombre: incapacitada o menor de edad. Deciden por nosotras, luego se nos trata como a menores o incapaces al 50% de la población española. Y han decidido que las mujeres en España somos incubadoras.

Anteponer los derechos de un cúmulo de células (tengan el nombre científico que tengan que ni lo sé ni -ahora- me importa) por delante del derecho de una persona nacida, en pleno uso de sus facultades y capaz de elegir qué quiere hacer con su vida, es imponer una moral religiosa por encima de la aconfesionalidad del Estado y la libertad individual a la que tanto se apela en el ámbito económico.

Del mismo modo que la Ley del divorcio (en contra de la que votaron Ministros que hoy los cuentan de tres en tres a sus espaldas) no hizo sino permitir que este se produjera y no obligó a nadie a divorciarse, la libre elección de la maternidad no obliga a nadie a interrumpir su embarazo. Solo permite a las mujeres que han tomado esa decisión (siempre difícil, no nos van a engañar, no abortan como quien va a tomar café) hacerlo en condiciones higiénicas y médicas que garanticen su vida. Permite un aborto seguro. Nada más.

Las ricas abortarán antes o después de un fin de semana de shopping en London. Las pobres no podrán ni recibir información de manera legal. Pero ¿sabe, “señor” Gallardón? Las redes de mujeres funcionan infinitamente mejor que su sinapsis neuronal (aunque suponer que la tiene sea demasiado suponer). No habrá en este país una mujer a la que no se informe, a la que no se asesore, a la que no se acompañe y a la que no se financie una interrupción del embarazo. Y seremos tantas las dispuestas a confesar nuestros delitos que no habrá aparato represor del Estado que lo soporte. Palabra de feminista.

Eso, a pesar de que el aborto no es consecuencia de la liberación de la mujer ni del Feminismo. En la antigua Roma la práctica del aborto ya era conocida y legislada. Hasta la llegada del cristianismo, el pater familias decidía sobre la mujer, porque era de su propiedad. Con la llegada de la religión católica, apostólica y romana, se prohibió ¿le suena de algo, “señor” Gallardón? Algunas de las prácticas utilizadas aún antes que los romanos por los sumerios, llegan hasta hoy. Por desgracia, son a las que se vuelve cuando el aborto se prohíbe y se realiza en condiciones de precariedad. Y, hablando de precariedad ¿qué ser abominable en su sano juicio obligaría a traer al mundo a un hijo o una hija con una enfermedad que garantizará años en estado vegetativo mientras recorta cualquier ayuda al cuidado de esa criatura? Nacer por obligación, morir por inanición. ¿Qué es usted, Ministro, nuestro pater familias o nuestro verdugo?

Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y estudios sociológicos, clínicos y médicos de todo tipo avalan desde hace años la afirmación de que una vez tomada la decisión de no continuar con su embarazo las mujeres abortan, el problema es que hacerlo en la clandestinidad produce un número inasumible de muertes al año. No protegen la vida, protegen su moral. Es más, no protegen su moral, protegen a la única parte de su electorado que aún se mantiene fiel: la heredera directa de la moral franquista aliada como siempre desde el Siglo XV en España con la Iglesia Católica. Y sí. No todo el mundo en la Iglesia es de esa calaña, pero si estás en el club... estás en el club. 

Proteger la vida del nasciturus, concebido no nacido, y no proteger la de una niña de 15, 16 o 17 años a la que violan si su padre y su madre deciden que tiene que continuar el embarazo no es defensa, es aberración. El número de Tratados Internacionales suscritos por España y con fuerza de ley que se infringen con este sucedáneo de texto legal que ha tenido a bien vomitar antes de Navidad es innumerable. Y lo haremos efectivo. Solo se le ha escapado un pequeño detalle para ser “redondo”: tendría que haberse presentado el 28 de diciembre. 

Así que si su “Ley” solo protege sus votos más radicales ante la única promesa electoral que son capaces de cumplir. Si su defensa de caballero andante nunca se la ha pedido y no es aceptada sino contestada. Si para defenderla en la sede de la soberanía popular (popular... han deslegitimado y hecho aborrecible esa palabra para generaciones de personas en España, enhorabuena); si para defenderla, decía, ha necesitado mentir en el parlamento, intentar no hacer público quién compone el Comité de expertos (y a buen seguro serán hombres pero a saber expertos en qué), esconderla de sus compañeros y compañeras de partido antes de presentarla ¿qué tenemos que deducir? Si desisten de proteger a quienes vivimos arrojados a la miseria por sus políticas neolibreales rayanas en el fascismo para proteger al no nacido ¿tan desesperado está por un puñado de votos? ¿Tendremos que exigir el derecho a ser nasciturus para que este Gobierno de ultras incompetentes cumpla su cometido?
Quizás debamos tomar esta Ley con más tranquilidad. Para las mujeres es un paso atrás en nuestros derechos humanos que nos unirá y del que tomaremos impulso. Para usted, “señor” Gallardón -maldito malnacido-, es el certificado de defunción. Bien pensado, el día apropiado habría sido el 2 de noviembre. Día de muertos.









María S. Martín Barranco


Formadora y consultora en Género


Directora EVEFem

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